“Fantasías” (animadas de
ayer y de hoy) sobre el Oleoducto Nor-peruano
Manolo Berjón
Miguel Ángel Cadenas
Parroquia Santa Rita de
Castilla
Río Marañón
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Veo, veo
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¿Qué ves?
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Una cosita.
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¿Y qué cosita es?
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Empieza por la
O, qué será, qué será, qué será…
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[Oleoducto Nor-peruano].
SAN PEDRO: “ESCUPIR SANGRE”
San Pedro es una comunidad nativa
kukama situada en la margen izquierda del Marañón, en el distrito de Urarinas,
provincia y región Loreto. La comunidad está integrada en ACODECOSPAT (Asociación
Cocama de Desarrollo y Conservación San Pablo de Tipishca). El 13 de noviembre de
2014 se produjo otro derrame de petróleo, aproximadamente en el km. 20 del Oleoducto
Nor-peruano, de 7.500 barriles.[1] (Asimismo
noviembre 2014, acumula otro derrame más en este mismo Oleoducto: en el km 622,5,
distrito de Pomahuaca, provincia de Jaén, departamento de Cajamarca, que fluye
hasta el río Huancabamba). Deben ser los compromisos climáticos para la COP 20.
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Parroquia Santa Rita de Castilla, 2014.
Visitamos San Pedro. Nuestra
impresión es que no hemos aprendido nada del derrame de Cuninico. Las mismas
fallas estructurales se están haciendo presentes en San Pedro. Lenta y
pausadamente, como un perezoso, se han comenzado las tareas de limpieza. Tres comuneros
de Cuninico han tenido que ser evacuados de la zona del derrame en San Pedro. Y
de San Pedro, dos personas “han sido devueltas a la comunidad”: el jueves 19 de
noviembre, uno de ellos fue transportado en helicóptero a San José de Saramuro
y de ahí llegó a San Pedro. El viernes 20 de noviembre, a las 4:00 p.m., este
comunero “escupe sangre vivita”. Se sentía mareado y el cuadro era desolador.
Fue evacuado al Centro de Salud de Maypuco, donde lo internaron. Los
medicamentos y gastos de salud corren por su cuenta. La impotencia y la rabia
no son buenas compañeras, pero aparecen de manera inesperada.
El viernes 20 de noviembre, en
horas de la mañana, aterriza un helicóptero en el campo de fútbol de San Pedro.
Baja un hombre y se va a su casa. Está viniendo con vómito y diarrea y le han
dicho que descanse unos días. No quería conversar. Temen represalias: quien
habla ya no será contratado en la limpieza del derrame. Necesitan el dinero y,
empresas inescrupulosas, se aprovechan de su ingenuidad y desconocimiento. Insistimos,
no hemos aprendido nada. En el derrame de Cuninico se cometieron desaciertos,
por decirlo respetuosamente, con el personal contratado. Ahora igual, el
Ministerio de Trabajo no está presente, pese a que parece ser una lógica dada
la improvisación con que se actúa. Desde luego, los planes de contingencia
dejan mucho que desear. Los comentarios de la población son demoledores: a los
trabajadores en la zona del derrame en San Pedro no les dan agua potable, mientras
los “ingenieros” tienen su botella de agua en la mano. Las asimetrías de poder
están tan arraigadas que ni nos damos cuenta. “¿Cuándo te vimos con… sed y te
dimos de beber…? (Mt 25, 31-46). Nos dirán que a estas alturas ya está solucionado.
¿Y la primera semana? Insistimos: los planes de contingencia y de atención no
funcionan.
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Gilter Yuyarima, 2014.
Necesitamos personal del
Ministerio de Salud que certifique lo que está sucediendo, no un doctor de
Petroperú. Aunque ya sabemos que hay presiones económicas y políticas que
tampoco garantizarían imparcialidad, no somos ingenuos. Recordamos que durante
el derrame de petróleo de 2010 Pluspetrol infiltró un doctor en el Centro de
Salud de Santa Rita de Castilla, en connivencia con la DIRESA (Dirección Regional
de Salud), para atender a todos los afectados. La conclusión fue muy simple: no
dejaron constancia de los pacientes tratados. Se evaporaron las pruebas.
Escuchamos una retahíla de
Petroperú que nos hace recordar formas clásicas de meditación: repetir una
serie de palabras durante cierto tiempo. La mayoría de los icaros son reiterativos,
algunos cristianos rezamos letanías o el rosario, los budistas poseen mantras…
Cuando una persona, por propia convicción, realiza este tipo de actividades es
para introducirse en una “tradición espiritual”. Pero, en ocasiones, el poder
también repite insistentemente lo mismo. En el caso del oleoducto nos remachan:
el derrame está dentro del canal del oleoducto, no ha salido de ahí. Cualquiera
que haya escuchado hablar de los ecosistemas comprenderá que eso no es cierto.
Los peces, por poner un único ejemplo, no piden permiso a Petroperú para
habitar en el cavado del Oleoducto y salir a las quebradas, cochas y al río.
Simplemente habitan ahí. Y la conexión oleoducto, quebradas, cochas y río es
intensa, sobre todo en creciente, como no podía ser de otra manera. No repitan
lo mismo, por favor. Ustedes, cuando defienden su posición, no están recitando
un icaro, ni el rosario, ni un mantra, sus argumentos no forman parte de una
tradición espiritual sino de un entramado político-económico. A cada uno lo
suyo.
CUNINICO: UNA VISITA GUIADA “CON OLOR A ORANGE”
Hemos realizado una visita más a
la comunidad de Cuninico. Recordarán que en el mes de junio 2014 hubo un
derrame en esta quebrada por la ruptura del Oleoducto Nor-peruano. Las
autoridades insisten en que ya están por salir de la zona, dando por finalizado
el trabajo realizado. Sin embargo, insistimos, a nuestro parecer, no está todo
limpio. Y menos remediado. En la visita que realizamos con las autoridades de
la comunidad de Cuninico tuvimos la oportunidad, nuevamente, de acercarnos a la
zona del derrame. A la entrada de la quebrada, para llegar al Oleoducto,
personal de Petroperú nos ofrecieron una gaseosa y un casco, “por seguridad”.
En tono muy amable pretendieron hacernos “una visita guiada”. Pero no somos
turistas ni necesitamos su guía. Durante el trayecto en varias oportunidades el
personal de Petroperú y Lamor insistían en sus argumentos. Mientras
transitábamos por el itinerario un “delicioso olor a orange”, cual perfume
placentero, desataba los comentarios en voz baja de los comuneros que nos
acompañaban y eran conocedores por haber trabajado en la limpieza: “esos polvos
hacen sumir al petróleo”. En una de esas paradas para la explicación del guía se
levantó una pequeña polémica en torno al mantenimiento del oleoducto. Una
respuesta siempre evasiva y superficial por parte de Petroperú ante la
insistente pregunta de una periodista que tensó los ánimos. Posteriormente
surgió: ¿es usted “padre”? Sí, lo somos. Y acompañamos a la gente de nuestra
parroquia ante un derrame que, desde el principio, Petroperú quiso ocultar y, a
pesar de los esfuerzos que ha realizado, no estamos satisfechos con la gestión
del mismo, ni de lejos. Todavía hay mucho que limpiar, por más ministros que
les visiten. Pero además les queda la remediación. Algo que nunca harán. Estamos
cansados de sus comentarios. La “visita guiada” pretendía que no diéramos la
vuelta por determinado lugar, pero las autoridades de la comunidad nos querían
llevar por ahí. Por supuesto, hicimos caso a nuestros “guías privilegiados”:
autoridades y comuneros de Cuninico.
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ACODECOSPAT, noviembre 2014.
Personal de Petroperú deslizó, en
dos ocasiones, durante nuestra “visita guiada”, un comentario sobre la
“privatización de Petroperú”. Nosotros no entramos en eso, esa disputa nos es
ajena. Sólo queremos seguridad para nuestra gente, nada más. Sólo constatamos
nuestro malestar por los continuos derrames en el Oleoducto Nor-peruano.
En la controversia surgió la
inquietud por la verdad. Nosotros no poseemos la verdad, aunque la buscamos. Afirmar
lo contrario es ingenuo. Pero nos remitimos a una cuestión clásica: “¿qué es la
verdad?” (Jn 18, 38). Una pregunta que hace Pilato poco antes de permitir que
cuelguen a Jesús en la cruz. Una pregunta incómoda que no es respondida
inmediatamente, sino que se percibe a lo largo de la actuación de Dios. Porque
Dios no está con Pilato, sino con Jesús, en la cruz y en la resurrección. En
otras palabras, allá donde hay sufrimiento injusto, y en Cuninico hay de sobra,
el Dios cristiano acompaña a los que lo sufren. Las víctimas tienen la verdad,
y nosotros tratamos de acercarnos a ella, con nuestras limitaciones. De esta
manera se produce lo que los teólogos llaman la “presencia de un deus inversus” que se hace vigente en
una doble ausencia: en el dolor, la miseria, dependencia y marginación de los
excluidos y la invocación del nombre de Dios en vano pero ausente en la
práctica de la vida diaria.
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Parroquia Santa Rita de Castilla, octubre 2014.
En el acompañamiento a la gente
de la comunidad de Cuninico surgió una inquietante línea de investigación: “neuritis
química”. “No me querían decir para no asustarme”, afirmaba resignadamente el
enfermo, quien no comprendía el significado de esas palabras mágicas. El
afectado lo describía como “adormecimiento de las piernas, debilidad y dolor de
huesos”. Otras personas describían los mismos síntomas, pero también desconocían
el nombre. Todos habían trabajado en la recuperación del crudo. Lo más fácil es
cuestionar al personal de salud de Petroperú que deslizó las palabras mágicas
pensando que nadie entendería. Pero despacio, no nos apresuremos: no hay nada
por escrito, fue un simple comentario, nadie se atreverá a decir en voz alta lo
que han dicho en voz baja, nadie. ¿Una persona que desconoce el significado de
“neuritis química” se lo va a inventar? Si, como afirma este paciente, se lo
comentó el personal sanitario de Petroperú, ¿no habrá este personal conversado
con sus jefes la situación real? Hay que investigar antes de buscar culpables
del desliz informativo. En realidad, el problema es mucho más grave: ¿es
posible que Petroperú sepa y no haga nada al respecto? Dicen que ya están por
retirarse, ahí quedarán los enfermos. Coincidimos que Petroperú no debe atender
a los enfermos, debe ser el Ministerio de Salud, pero deben padecer sordera
crónica. Son cómplices de un entramado político económico donde la vida de la
gente sencilla no parece contar. ¿Qué pasará con estos enfermos? ¿El Estado se
encargará de ellos? No haría falta decirlo, pero repitámoslo una vez más:
Cuninico sufre un espantoso derrame de crudo, la población local trabaja en
condiciones insalubres, sobre todo los primeros días, algunas personas
describen los mismos síntomas del paciente que conoce las palabras mágicas,
“neuritis química”, el Estado se desentiende de ellos: “fantasías animadas de
ayer y de hoy”.
Existen muchos más datos, pero
esta vez hay más gente que puede dar testimonio y lo harán. Así que basta por
hoy. Para concluir recordamos que la falta de mantenimiento del Oleoducto
Nor-peruano acarrea estas consecuencias. Nos parece que Petroperú prefiere
pagar los costos monetarios (en su economía parecen evaporarse las personas y
el medio ambiente) de las reparaciones del Oleoducto que construir uno nuevo
que se adecue a las normas peruanas: sin tocar agua ni tierra, como sucede
ahora. Si la bonanza económica peruana no es aprovechada para cambiar el
Oleoducto nos quedan muchos, muchos derrames que sufrir, como si no fueran
suficientes los ya habidos.
[1] El barril de petróleo cuenta con 42 galones
estadounidenses; es decir, aproximadamente 159 litros. El derrame
de la comunidad nativa de San Pedro cuenta con un total de 7.500 barriles, es decir, de aproximadamente 1.192.500
litros (un
millón ciento noventa y dos mil quinientos litros) de petróleo.