Érase una vez un río Marañón
donde la gente habitaba sin más preocupación que tener su casa, ir a cazar,
pescar, hacer fiestas y cuidarse de los enemigos, tanto internos como externos,
que no era poca cosa. Con el tiempo se fueron organizando fundos en torno a los
cuales se agrupaban algunas familias. El lugar se denominaba Saramuro. Allá por
los años 70 del siglo pasado llegó la fiebre del petróleo.
Interludio 1:
“Esta es la danza del petrolero,
del hombre rey, del oro negro”.
La danza del petrolero,
Los Wemblers, Iquitos.
Pareció bien a las autoridades
nacionales que justo en ese fundo, por ser más alto y menos propenso a la
inundación, se construyeran los tanques de almacenamiento de petróleo del
oleoducto nor-peruano. La decisión estaba tomada (en aquella época no se
vislumbraba el reclamar el derecho a consulta) y se hace lo posible para
desalojar (esa es la palabra) a la población. Evidentemente, interés nacional.
Se compraron los terrenos a las familias lugareñas, incluso a los que no
quisieron vender, y se les desplazó. Hay formas sutiles de desalojo. La gente
que se fue aguas arriba fundó lo que hoy denominamos la comunidad nativa kukama
de San José de Saramuro, los que quedaron tuvieron que desplazarse abajo donde
fundaron otra comunidad a la que llamaron Nuevo Lima, pero que en trámites
burocráticos con el Ministerio de Educación terminó imponiéndoles el nombre Saramurillo,
formando la actual comunidad nativa kukama.
Una vez realizada la separación
la parte de abajo seguía perteneciendo a la comunidad de San José de Saramuro:
una misma comunidad con dos sedes. Las autoridades moraban en San José de
Saramuro. Allí asistían los niños al colegio y allí acudían los varones a las
obras comunales. Llegó un momento en que pensaron formar una comunidad aparte: suponía
mucho esfuerzo que los niños acudieran todos los días a la escuela y tener que
colaborar en las obras comunales en Saramuro. Los funcionarios de la PNP (Policía Nacional del
Perú) y Petroperú destacados en San José de Saramuro, en aquella época, aprobaban
la idea de la separación de comunidades.
Presenciamos un pueblo dividido
en dos por la actividad petrolera. San José de Saramuro siempre gozó de “un
acuerdo” por el cual la comunidad se compromete a cultivar las instalaciones
petroleras a cambio de luz y agua potable. Poco a poco San José de Saramuro ha
ido creciendo y las dificultades con las petroleras también han aumentado. Son
los comerciantes quienes más energía consumen. Una situación delicada que es
manejada con cautela por los petroleros para dividir a la población. Es un
juego de intereses donde lo más importante es restar y dividir (nunca sumar y
menos multiplicar). No se hablan de derechos indígenas, ni de derechos de
servidumbre…, ni nada que tenga que ver con la justicia indígena. Existen otros
episodios, prolijos de narrar, que siempre tienen como perdedor a la comunidad
nativa, fuertemente cuestionada por el “juez de paz” local. Situación delicada
que aprovechan las petroleras en su servicio.
Saramurillo nunca se ha
beneficiado de estos acuerdos de la comunidad de San José de Saramuro con las
petroleras, pese a que en la banda de la comunidad de Saramurillo está el
oleoducto que lleva a los pozos del Yananacu y cuyo territorio necesitan para
hacer chacra, pescar, cazar y otras actividades de subsistencia. Y pese a que
las chatas acoderan a escasos metros de la comunidad, con la incomodidad que
ocasiona, a la que están tan acostumbrados los comuneros que ni lo perciben:
siempre ha sido así.
Foto:
© Parroquia Santa Rita de Castilla
En los últimos años se ha
producido un mayor reclamo, todavía pequeño, de la comunidad hacia las
petroleras (los funcionarios del Estado continúan izando la bandera, sin saber
dónde están las comunidades). Pluspetrol llegó a la zona con el cambio de
milenio y heredó ya una situación injusta que no pretende remediar, sino
perpetuar. Ni que decir tiene que las petroleras juegan con “si se portan bien
les damos un trabajito” (de vez en cuando contratan a alguna persona). Saramurillo
ha aprendido que para conseguir algo hay que protestar. Así han logrado hace
pocos años tener agua potable de la base (petrolera). En 2011, hartos de una
situación de dependencia y no ser escuchados, pensaron en solicitar a la Pluspetrol apoyo en
forma de combustible para su generador de luz y algunas cosas más. Un día las
autoridades de la comunidad fueron a la base para entrevistarse con el
“ingeniero”. Pero el tal “ingeniero” no les recibió.
Interludio 2:
“…y qué decir del manager, audaz y
decidido,
que no me recibió, que siempre
estaba reunido.
Hoy moviendo la cola, se acercó
como un perro,
a pedir que le diéramos vela en este entierro,
y yo le dije: no. No, no, no, no,
no.
Ya está marchita, la margarita,
que en el pasado he desojado yo…”
El joven aprendiz de
pintor, Joaquín Sabina.
Cansados de esperar regresaron al
pueblo y en asamblea los que estaban en la comunidad decidieron tomar acciones.
Fueron, con toda la población que estaba en ese momento en la comunidad,
incluidos los niños del colegio, y se presentaron en la base. Desplazaron un
bote de la base a la comunidad y una embarcación de la banda a la comunidad. No
hubo violencia, se cuidaron mucho de evitar toda violencia. Cuando el operador
de la embarcación se percató que querían llevarla a la comunidad terminó sus
tareas, a lo que amablemente accedió la comunidad, y él mismo, por mandato de
la comunidad nativa de Saramurillo, trasladó la embarcación (chimbar el río que
se dice, vamos).
A últimas horas de la tarde llegó
un “ingeniero” de la
Pluspetrol (empresa que no les había recibido) y “negociaron”
una salida a la situación. El “ingeniero” quería terminar pronto porque se
avecinaba la noche. El acuerdo consistió en pactar la entrega de dos cilindros
de petróleo mensuales y hacer mantenimiento del generador de luz de la
comunidad a cuenta de la Pluspetrol. Acuerdo
que se está cumpliendo de forma satisfactoria para la comunidad. Observado
desde la ciudad pudiera parecer una reivindicación pequeña, hasta irrisoria. Percibido
desde Saramurillo era la primera vez que negociaban y salían ganando. El valor
de un cilindro de petróleo no es únicamente su valor económico, es la
posibilidad de tener luz cuando la comunidad lo considere oportuno, y eso en
plena selva excede con mucho su valor monetario. Lo dicho, la comunidad se
sintió vencedora en esta desigual batalla pacífica.
Pasó el tiempo, todos se habían
olvidado del tema y disfrutaban del petróleo conseguido hasta que llegó una
citación de la PNP
de Maypuco a más de 20 comuneros. Maypuco está a unas 3 horas en peque peque. Y
ser citados en la PNP
no es ninguna broma. “Nosotros no somos delincuentes, sólo llevamos a cabo la
decisión que tomamos en la comunidad y evitamos toda violencia”. En resumen, a
la tercera citación todos habían ido a declarar a la PNP de Maypuco (gasto de
tiempo, gasolina, alimentación… no es poca cosa en la selva).
Pero no quedó todo ahí.
Pluspetrol había interpuesto una denuncia por hurto agravado y coacción en
contra de más de esta veintena de comuneros. Por eso la PNP de Maypuco les había
citado. A través de una petición del presidente comunal de la comunidad
indígena de Saramurillo a esta Parroquia nos contactamos con el CAAAP y la Comisión de Derechos
Humanos del Vicariato de Iquitos para ver su situación legal. Una vez
comprobada la denuncia visitamos la comunidad de Saramurillo con un abogado
para recoger la información oportuna y agilizar su defensa.
Foto:
© Parroquia Santa Rita de Castilla
Siguiendo los pasos procesales
adecuados el Fiscal de Nauta desestima la denuncia por infundada. Desestimación
que la Pluspetrol
apeló y estamos a la espera de dictamen. Felicitamos al fiscal de Nauta por
esta primera decisión que ha tomado y confiamos en que la Fiscalía la mantendrá,
por ser de justicia.
Tal vez estarán pensando que
trasladar una embarcación a otro lugar por orden de una comunidad es violencia,
en eso estamos de acuerdo. Pero no entendemos cómo la Fiscalía es la única
interviniente por parte del Estado. Sí les corresponde; pero, antes que a ellos,
les corresponde a otros organismos del Estado que parecen mudos y sordos.
Parecen, porque sentimos que se han inclinado hacia las petroleras, y por eso
guardan silencio hacia la población. ¿No tiene derecho una población desplazada
a una compensación económica? ¿No tienen derecho de servidumbre por utilización
de su territorio? ¿No tienen derecho las comunidades nativas a que se apliquen
las leyes indígenas internacionales vigentes en Perú? ¿No tienen los pueblos
indígenas derechos inalienables sobre sus territorios?
Interludio 3:
“Los animales hacen su fiesta.
Están todos invitados. No quieren invitar al sapo y al lagarto porque son
bocones. Y tampoco al tigre porque es
mal borracho. El sapo consigue introducirse, porque es metido. Comienza la
fiesta. El sapo hace chiquita su boquita. Pobrecito, lagartito, su boquita
chiquita. Pasa el sapo, pero no puede pasar el lagarto. El tigre toma sus tragos y está volviendo borracho, gritando,
queriendo pelear. El isango [ácaro] se hace otra persona y empieza a cantar.
Dice el tigre: ‘hoy le atrapo a este borracho y le como’. Pero el tigre no ve a
nadie. Otra vez le canta. Al final sube el isango por su pata y está en su
oreja. Le grita al tigre y el tigre se asusta. Y no le ha visto al isango”.
Narración kukama.
Foto:
© Parroquia Santa Rita de Castilla
Érase una vez… la Pluspetrol que
hostiliza a la comunidad nativa kukama de Saramurillo. Érase una vez, como en
los cuentos, solo que en esta oportunidad el príncipe prefiere continuar
presentándose de sapo. Y el isango…
P. Miguel Angel Cadenas P.
Manolo Berjón
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