Los seres humanos nos encontramos
con límites, forman parte de nuestra vida. Vivir en los límites implica una
gran dosis de ‘inseguridad’, de intemperie, de no saber, de interpelación, de
tener que construir, de no fiarse únicamente de la/una tradición porque no
siempre es compartida. Abre la posibilidad de crear, de averiguar, de ser
desafiados y buscar respuesta, de ejercer la paciencia y aventurar nuevas
posibilidades. En definitiva, exige nuestra participación activa y creatividad
desde las tradiciones a las que pertenezcamos.
José es kukama y María urarina.
Hace años que se han reunido. Viven en una comunidad kukama. De la unión han
nacido 4 niños. El idioma que utilizan en la casa es el castellano. Cuando la
madre de familia quiere conversar en urarina carece de interlocutor. Recién
cuando visita a su papá o hermanos, dos comunidades más arriba, puede hablar en
urarina. Los niños dicen que cuando se rabia su mamá no la entienden.
Convengamos en que lo que no comprenden es el idioma urarina. Para los que
creemos en la Palabra
(evangelio de San Juan) el apagamiento de una lengua es un empobrecimiento
profundo. Esta familia ha tenido que aprender, entre otras muchas cosas, a
comer: los pueblos kukama y urarina poseen culturas culinarias diferentes.
© Parroquia Santa Rita de Castilla – Río Marañón
La casa como frontera ‘interior’
Sandrito es un niño kukama de 8
años, vive con sus abuelos. Acude al colegio con normalidad y es un estudiante
medio. No puede tener DNI. Está registrado en el Municipio, pero su padre no ha
firmado la partida de nacimiento. No se puede matricular en el colegio, ni ser
atendido en el SIS (Sistema Integral de Salud)… Es uno de tantos niños que
viven más allá de los límites del Estado. No es ‘ciudadano’ hasta que no tenga
documentos personales pero, por mientras, no debería carecer de derechos.
El señor Cobos es un reputado
chamán (brujo para otros). Algunos de sus antiguos vecinos afirman que ha
comido (matado por medio de brujería) a varias personas. Se ha retirado del
Marañón al río Tigre con toda su familia. Para sus antiguos vecinos se
convierte en un tigre, por eso come gente.
© Parroquia Santa Rita de Castilla – Río Marañón
La piel como frontera
Límites, fronteras, o como
deseemos denominarlas. Hay muchas, muchas y grandes, grandes y apasionantes,
apasionantes y desafiantes, desafiantes y con sabor a perplejidad, pero sobre
todo nos topamos con ellas y no nos dejan indiferentes, no podemos ser
indiferentes, aunque no siempre nuestra tradición las comprenda y sea
fuertemente desafiada.
Carlos, Ribelino, Darwin, Betty,
Mariluz y muchos más insisten permanentemente en que Dios es todopoderoso.
Confesamos que no es un atributo que nos guste de Dios, aunque esté bien
fundamentado en nuestra tradición. Hemos participado más de tradiciones débiles
donde Dios acompaña a los que sufren. Sin embargo quedan muchas preguntas por
responder: ¿Dios no puede frente al mal? No es suficiente un Dios que sufre con
las personas, sino un Dios que pueda superar el sufrimiento. Un Dios poderoso.
Los indígenas arriba citados nos dicen: ‘un Dios débil no sirve’. Se necesita
un Dios para vencer el mal. Y un Dios débil no sirve.
Volver a pensar la omnipotencia
de Dios. Un atributo cuestionado por muchas e importantes razones, pero que los
pueblos indígenas, con toda la razón, insisten en él.
P. Miguel Angel Cadenas
P. Manolo Berjón
P. Manolo Berjón
Parroquia Santa Rita de Castilla
Río Marañón
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