En agradecimiento a Mons. José Demetrio Jiménez, OSA.
Obispo de la Prelatura de Cafayate, Argentina
En algunos lugares, los días especiales, antes del almuerzo,
se toman unos aperitivos mientras se conversa distendidamente, sirven para
abrir boca. Es un momento relajante de confraternidad y ensanchar el espíritu.
Expandir el espíritu es una forma humana de respirar, de dilatar el horizonte,
de tener amplitud de miras. Son momentos de agrandar la capacidad pulmonar. Con
todo, su propósito en sí mismo es otro: un periodo de disfrute de algo tan
sencillo como airearse, ventilarse, en definitiva, de respirar. Posteriormente
llega el momento del almuerzo, la hora de nutrirse. Pero quedémonos en los
prolegómenos.
Esta capacidad de respiración, inherente al ser humano, es
fundamental. Una buena respiración nos lleva a un mejor disfrute de la vida.
Podemos modular mejor nuestra voz y mantener el equilibrio necesario en el
cuerpo que somos. En algunas lenguas espíritu tiene que ver, precisamente, con
la respiración. Incluso en culturas en que no existe este vínculo, los seres
humanos atisban la muerte como un abandono de la respiración, entre otros
síntomas. Conocemos otros caminos que no permiten pensar en un espíritu, que lo
niegan. Pero no faltan propuestas que, sin ser cristianas ni religiosas,
admiten la existencia de un espíritu que configura la vida humana. Algunos
materialistas, como Ingold, manifiestan que las cosas no tienen espíritu, ni el
espíritu aterriza sobre la materia inerte, sino que el espíritu son los mismos
materiales que poseen vida: “los materiales contra la materialidad”. Pero no
transitaremos hoy esta senda, llegará su momento.
Del 28 de abril al 1 de mayo de 2014 los agustinos y
sacerdotes del Vicariato de Iquitos hemos tenido unos días de retiro
espiritual. No han sido muchos, pero nuestro acompañante no disponía de más
tiempo. Cuando le propusieron que nos acompañara lo aceptó con toda la
delicadeza. Posteriormente le llegó una llamada especial y siguió manteniendo
el compromiso adquirido, lo cual agradecemos mucho. El 10 de mayo ha sido
ordenado obispo de la Prelatura de Cafayate, en el norte de Argentina.
Nuestro homenaje no va a consistir en reproducir los muchos
méritos que tiene, delante de Dios no sirven para nada. Sólo tratamos de
señalar unas pocas reflexiones, entre las muchas que nos dejó. No son
desarrollos sino bosquejos, aperitivos de un almuerzo. Nuestra costumbre indica
que quien dirige los ejercicios reparte algunas perlas para invitar a los
participantes a observarlas despacio, maravillarse, meditar y trascenderse. No
es un momento de discusiones teológicas, ni de grandes teorías. Es la
oportunidad de descansar en Dios y poder percibir la brisa suave de la que
habla Elías. No son unos apuntes sino el resultado de lo que nos ha provocado
algunas frases que le hemos escuchado. Tal vez no sea lo que él quiso decir,
pero es el eco que nosotros recibimos.
“Contemplar lo que nos excede de Dios, porque el amor es
excesivo”. Hay muchas imágenes de Dios, no todas le hacen bien. Pero esta es
muy buena. Dios no puede ser otra cosa que amor (1Jn 4, 8). Y un amor excesivo.
Por supuesto, no se impone, es una oferta, una invitación. “El amor es un
exceso que nos supera a nosotros mismos. No sólo amar lo bueno, sino amarlo
bien”. Todos, al menos alguna vez en la vida, tenemos la experiencia de que
incluso el amor humano nos excede, es superior a nosotros mismos. Sin embargo,
añade: amarlo bien. No de cualquier manera, de forma improvisada, no a
escondidas, sino amarlo como se merece el amor: bien, con alegría. Y seguimos:
“existe un orden de los amores: amar más lo que tiene que ser amado más”. Es el
tema agustiniano del “ordo amoris”. Todo tiene una gradación. Y cada
quien en su vida tiene que ver qué amor es primero. ¿Es bueno que una pareja
ame sus hijos? Por supuesto, es su obligación. Pero su amor primero son ellos
mismos. Amándose ellos, sus hijos serán los primeros beneficiados. El amor a
los hijos es su deber, pero un día los hijos se van y se quedan solos, como al
principio, para degustar el amor primero.
© P. Toño Lozán Pun Lay
“Merezco ser feliz”. Dios no quiere que me vaya mal en la
vida, al menos, no el Dios cristiano. Me quiere feliz. Y aquello que me hace
feliz, no aquello que me alegra un rato, sino aquello que me hace feliz, es mi
vocación, el plan de Dios en mí. Lo cual no implica que todo me vaya bien,
puede aparecer el sufrimiento. Pero “la cruz más complicada es la cotidiana, la
de todos los días, la rutinaria, no las grandes cruces”. Merezco ser feliz. Y
en mi felicidad puedo atisbar a Dios, mi plenitud.
La gente, “el Pueblo de Dios, nos quiere por lo que somos”
[agustinos, sacerdotes diocesanos], pero quiere que seamos lo que somos, no
otra cosa. No que engañemos, ni aparentemos, ni seamos simpáticos, ni muy
inteligentes. Nos quiere a nosotros, como somos, para ser “transparencia de lo
divino”. Su única petición es esa: “ser transparencia de Dios”. Como cuando una
abuelita nos regala un huevo de gallina en el Marañón sin decir nada, porque
nada hay que decir. Ya se entiende: “reza por mi”.
“No se trata de meter a Dios en nuestra vida, sino de
meternos nosotros en el corazón de Dios. No es que yo tengo a Dios en mi
corazón, sino que Dios ya nos metió en el suyo”. Y a partir de la idea de
encarnación comprender los sacramentos como celebraciones de la vida. Por
supuesto, quien ha subido a la montaña y se ha transfigurado ya no baja igual,
pero lo importante es que Dios está primero, “nos primerea”, como dice
Francisco. Y en este punto se produjo un cruce de ideas muy interesantes, refrescante,
entre hermanos, de tú a tú, como discípulos.
“Obedeciencia como “ob audire”, escuchar al que está
delante. Nuestra “responsabilidad de escuchar y estar atentos”. Tan necesario
en nuestra iglesia.
“El intercambio de lo diferente favorece la comunidad”. “Los
conflictos son nuestras grandes oportunidades”. “Lo ideal es una comunidad que
acepta las tensiones procurando que nadie quede excluido”. “Acuerdo en lo
disímil en un consenso razonable”. “Para que las posibilidades se den hay que
administrar positivamente las limitaciones”. “Una comunidad no es la suma de
voluntades comunes sino diferentes”. “La primera misión que tenemos es nuestra
comunidad”.
© P. Toño Lozán Pun Lay
Bueno, y muchas cosas más. Pero por hoy es suficiente. Ha
sido un aperitivo. Para los cristianos, es el propio Jesús quien nos invita al
almuerzo. Y habrá música de la buena. Hasta puede que nos invite a bailar.
Tendremos que matricularnos en alguna academia de baile, porque no es lo
nuestro.
Nota 1: hemos estado desconectados. Una familia
kukama amiga ha enviado, en marzo 2014, a su hija de 11 años a estudiar a la
ciudad de Iquitos. El 29 de abril, a las 12.00 p.m., cuando salía del colegio,
fue acosada por tres hombres e intentaron violarla, la manosearon. Una mujer
que pasaba por allí le ayudó y a bolsazos huyeron los agresores. Tres jóvenes,
uno menor de edad. Llegó a casa, tres cuadras de su colegio, y fueron a poner
una denuncia a la policía. Entre la policía y la fiscalía salieron a las 9.30 p.m.
¿Se imaginan?: 11 años, niña, indígena, recién llegada a la ciudad. Le han
metido el miedo en el cuerpo. Más de 8 horas entre policía y fiscalía. ¿Hay
derecho? ¡Quién se va a atrever así a denunciar! Al día siguiente sus
familiares han venido a buscar consuelo. Rezar no sirve de nada: no da dinero,
ni prestigio, ni inteligencia. Por eso es necesario rezar: para limpiar el
corazón, para escuchar a Dios. Algunas llamadas de teléfono, abogadas amigas,
para que vean el caso. Hemos perdido una meditación…, pero “consuelen a mi
pueblo, dice el Señor, consuelen a mi pueblo”.
Nota 2: Este artículo señala algunas líneas de las
que nos motivan para ser quienes somos y hacer lo que hacemos.
P. Miguel Angel
Cadenas P.
Manolo Berjón
Parroquia Santa Rita de
Castilla Parroquia
Santa Rita de Castilla
Río
Marañón Río
Marañón
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