“Un comerciante no es… necesariamente ciudadano de
un país determinado. Le da exactamente igual el lugar desde el que lleve su
negocio. Incluso motivos pequeños pueden inducirlo a trasladar a otro país su
capital y la explotación financiada por él”
Adam Smith
Mayo
de 2014 pasará, para el bajo Marañón, como el tiempo de las “emergencias”:
sanitaria (día 5) y ambiental (día 15). Ironías de la historia: están más
enterados en Lima que en el bajo Marañón. La forma de comunicar las emergencias
deja en ayunas al bajo Marañón. Pese a la red de información que posee el
gobierno, vía los gobernadores, no se canaliza a través de ellos para dar a
conocer la noticia a la población. Consecuencia: se deja a merced de los
rumores, chimes y habladurías que pueblan el río. Y ya se sabe: “a río
revuelto, ganancia…” (de los grandes).
© Parroquia Santa Rita de
Castilla, 2014.
ALGUNAS
PRECISIONES
Es
necesario decretar las emergencias en El Peruano, pero no es suficiente. No
hace falta ser muy espabilado para comprender que en el bajo Marañón no tenemos
la costumbre, queremos decir oportunidad, de leer El Peruano. Las conexiones a
Internet nos quedan lejos. Y el lenguaje que utiliza deja ayunos a los pobladores
del bajo Marañón. ¿Para quién informa el gobierno, para quién trabaja? Se
supone que el gobierno tiene razonables y sesudos asesores que entienden el
proceso y lo manejan conforme a sus intereses, se supone. Dejemos que pase el
tiempo, parecen decir…, hasta que aparezca la rabia en el Marañón. ¿Qué harían
esos razonables y sesudos asesores? [Los resultados de contaminación se
presentaron en Lima en enero, las declaratorias de emergencia en mayo. No
parece que haya mucha celeridad, léase interés].
© Parroquia Santa Rita de
Castilla, 2014.
El
lenguaje neutro de las normas y leyes no permite que asome, ni por un
resquicio, el sufrimiento. Este lenguaje indoloro esconde la realidad, la
oculta, la opaca, la encubre. Palabras escogidas, que agrupadas en frases,
desdibujan la realidad. De esta manera nos encontramos con la sorpresa:
“enfermedades de origen hídrico”. Y nuestra mente queda en blanco con esta
terminología. Nos negamos a avanzar porque nos imaginamos lo que sigue.
Preferimos detener el aliento y escrutar lo que se avecina. El texto cita
únicamente las enfermedades diarreicas. Y aquí se desata la cólera. ¿No
habíamos quedado que las aguas del Marañón tienen hierro, aluminio, manganeso,
arsénico, cromo…, por citar únicamente los elementos encontrados por DIGESA (Dirección
General de Salud)? ¿Pretenden decirnos que el mayor problema de estos metales
pesados son las diarreas? Nuestra abuelita nos contaba mejores cuentos.
Con
estos presupuestos ya podemos comprender el deslizamiento hacia la instalación
de “módulos de tratamiento de agua para consumo humano”. ¿Nos podrían decir
cómo piensan limpiar el hierro, aluminio, manganeso, arsénico, cromo… en el
agua de consumo humano?
Si
no fuera suficiente, aún afirman que esta declaratoria de emergencia sanitaria
tiene un plazo de 180 días. Y de nuevo nos quedamos estupefactos (turulatos era
la palabra que se quedó pegada en nuestra lengua). De nuevo, con estos
presupuestos, lo único en mente es la instalación de los módulos esos. Si la
contaminación existente persistirá por décadas, ¿se tendrán en cuenta medidas a
largo plazo? Parecen estar ausentes. Desmemoriados y asépticos no parecen
imaginar qué pasará después. Caperucita roja guarda mejor la tensión narrativa.
¿Y hacia atrás? ¿Qué ha pasado durante estas cuatro décadas? ¿Nos podrían decir
qué va a suceder con las personas que, habiendo bebido el agua contaminada del
Marañón, han muerto durante este tiempo? Hay quien pretende responder muy
rápido a la contaminación: ¿y qué sucede
con los muertos? Es esta pregunta religiosa la que nos baila en la cabeza y nos
da que pensar. Es esta insidiosa y abominable pregunta la que no podemos
evitar. Es esta terca, tozuda y aturdida pregunta la que nos hace mirar los
sufrimientos infligidos por décadas. Es esta esperanzada, consoladora, alentadora
y vigorizante pregunta la que nos hace mirar a Dios para resistir la tentación
y acompañar a este pueblo asediado por la codicia de los grandes.
© Parroquia Santa Rita de
Castilla, 2014.
¿Y
los peces? ¿Qué pasa con los peces? Los ricos y sabrosos platos de los Kukama
están llenos de contaminación. Todavía no lo ha reconocido el Estado, porque no
los han analizado. Pero si el agua está contaminada, los peces…, por aquello de
la bio-acumulación. No es necesario un derroche de imaginación, ni de sagacidad,
para percatarse de ello.
Que
el Estado no tiene intención de resolver el gravísimo problema se demuestra en
que los análisis de agua se realizaron en tan solo 17 comunidades del bajo
Marañón. ¿Y las demás? Podemos comprender que hay que ir despacio, poco a poco.
No nos gana la impaciencia, simplemente vemos que no se alistan para analizar
el agua del resto de las más de cien comunidades del bajo Marañón, ni los
análisis de peces, o de personas en su vertiente de cabello, orina y sangre. Da
la impresión que ya está todo resuelto, cuando simplemente es el inicio.
Pretenden cerrar la puerta antes de haberla abierto. O mejor: intentaron
abrirla un poco, se asustaron y pretenden cerrarla a cal y canto, para que no
entre el aire fresco de la verdad.
Una
curiosidad. Un documento de la Oficina
Nacional de Diálogo y Sostenibilidad de la Presidencia del
Consejo de Ministros inicia con una oración a San Judas Tadeo. Nos parece
curioso. En ella se le pide a Dios: “aleja a mis enemigos en el nombre de
Jesús”. No es este el momento de hermenéuticas, pero nos parecen más adecuados
los textos evangélicos: “amen a sus enemigos” (Mt 5, 44). Y nos adherimos a la
intuición expresada por el papa Francisco: “el tiempo es superior al espacio”.
Desarrollar procesos es más importante que ocupar un espacio. Y este proceso
del Marañón es del todo inédito, merece ser acompañado.
NOTA:
Estamos terminando un curso de presidentes comunales y nos vamos al final de la
parroquia para visitar comunidades. No nos da tiempo a elaborar otro escrito.
Así que lo adjuntamos como con calzador.
“EL
PELO DE MI SEÑORA SE ESTÁ CAYENDO”
En
el taller una de las intervenciones señala: “en mi comunidad a algunas mujeres
se les está cayendo el pelo, el pelo de mi señora se está cayendo”. Otro
interviniente matiza: es normal en mujeres embarazadas. Otro más puntualiza:
pero estamos hablando de mujeres que no están gestando. Continúan las
intervenciones: no sólo cuando se peinan, también cuando duermen quedan pelos
sueltos en su almohada. En ocasiones el pelo cae de raíz y en otras aparece
cortado. En el Centro de Salud les dicen que compren algunos productos
(champú…), pero a algunas mujeres se les sigue cayendo el pelo y formándose
calvas. Y preguntamos: ¿en cuántas comunidades está sucediendo? Nos encontramos
con la sorpresa que aparecen más de 10 comunidades donde se ha observado este
fenómeno. Si tenemos en cuenta que en el taller son 43 varones y 3 mujeres
percibimos que estos datos pueden ser únicamente la punta de lanza de algo más
grave.
El
pelo vehicula múltiples significados. Los peinados reflejan un sentir común.
Las mujeres dedican tiempo a los peinados de ellas y de sus hijos. En los
peinados aparecen algunos peces como el shiruy o el paiche, aparece la boa… y
algunos otros animales. La contaminación reinante tiene un componente cultural
que no está siendo atendido suficientemente.
© Parroquia Santa Rita de
Castilla, 2014.
Hipótesis:
- los niveles de stress se están disparando. Las mujeres están siendo afectadas. Nadie las está escuchando. Merece la pena tenerlas en cuenta, nos pueden hacer comprender la contaminación en palabras sencillas y la gente se puede apropiar más que con un discurso blanco. Si las mujeres tienen niveles de stress muy altos, ¿qué sucede con los niños? ¿Qué están lactando los infantes? La leche materna puede estar transmitiendo la pena de las madres. Recordamos que son las mujeres las encargadas de recoger agua del río y prepararla para tomar.
- el pelo es uno de los lugares donde se acumula la contaminación por metales pesados. ¿Puede ser este un motivo de la caída del pelo? Expertos hay que puedan dilucidar esta pregunta.
¿Desde
cuando ocurre esto? “Desde hace tres o cuatro años”, nos responde uno de los
presidentes comunales. Y nos viene a la imaginación, como un rayo, el tremendo
impacto causado por el derrame del 2010 y la pésima atención del Estado. Este
presidente comunal está, inconscientemente, relacionando la caída del pelo con
la toma de conciencia que se produjo en el 2010. Estos aspectos psicológicos no
están siendo tenidos en cuenta y no son efectos colaterales, son un desastre
que es preferible enfrentar. La violencia se puede desbocar hacia fuera
(enfrentamientos con el Estado, petroleras). En tal caso culparán a los
indígenas de los desmanes. Pero puede vehicularse hacia adentro (borracheras,
malos tratos, suicidios…) y entonces el Estado permanece impasible. En ambos
casos pierde el pueblo kukama.
Por
eso es del todo urgente y necesario un taller con las mujeres de Huaynakana
Kamatahuarakana para abordar estos y otros aspectos.
P.
Miguel Angel Cadenas P.
Manolo Berjón
Parroquia
Santa Rita de Castilla Parroquia
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Marañón Río
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