miércoles, 3 de abril de 2013

FRONTERAS



Los seres humanos nos encontramos con límites, forman parte de nuestra vida. Vivir en los límites implica una gran dosis de ‘inseguridad’, de intemperie, de no saber, de interpelación, de tener que construir, de no fiarse únicamente de la/una tradición porque no siempre es compartida. Abre la posibilidad de crear, de averiguar, de ser desafiados y buscar respuesta, de ejercer la paciencia y aventurar nuevas posibilidades. En definitiva, exige nuestra participación activa y creatividad desde las tradiciones a las que pertenezcamos.

José es kukama y María urarina. Hace años que se han reunido. Viven en una comunidad kukama. De la unión han nacido 4 niños. El idioma que utilizan en la casa es el castellano. Cuando la madre de familia quiere conversar en urarina carece de interlocutor. Recién cuando visita a su papá o hermanos, dos comunidades más arriba, puede hablar en urarina. Los niños dicen que cuando se rabia su mamá no la entienden. Convengamos en que lo que no comprenden es el idioma urarina. Para los que creemos en la Palabra (evangelio de San Juan) el apagamiento de una lengua es un empobrecimiento profundo. Esta familia ha tenido que aprender, entre otras muchas cosas, a comer: los pueblos kukama y urarina poseen culturas culinarias diferentes.


© Parroquia Santa Rita de Castilla – Río Marañón
La casa como frontera ‘interior’



Sandrito es un niño kukama de 8 años, vive con sus abuelos. Acude al colegio con normalidad y es un estudiante medio. No puede tener DNI. Está registrado en el Municipio, pero su padre no ha firmado la partida de nacimiento. No se puede matricular en el colegio, ni ser atendido en el SIS (Sistema Integral de Salud)… Es uno de tantos niños que viven más allá de los límites del Estado. No es ‘ciudadano’ hasta que no tenga documentos personales pero, por mientras, no debería carecer de derechos.

El señor Cobos es un reputado chamán (brujo para otros). Algunos de sus antiguos vecinos afirman que ha comido (matado por medio de brujería) a varias personas. Se ha retirado del Marañón al río Tigre con toda su familia. Para sus antiguos vecinos se convierte en un tigre, por eso come gente.


© Parroquia Santa Rita de Castilla – Río Marañón
La piel como frontera

Límites, fronteras, o como deseemos denominarlas. Hay muchas, muchas y grandes, grandes y apasionantes, apasionantes y desafiantes, desafiantes y con sabor a perplejidad, pero sobre todo nos topamos con ellas y no nos dejan indiferentes, no podemos ser indiferentes, aunque no siempre nuestra tradición las comprenda y sea fuertemente desafiada.

Carlos, Ribelino, Darwin, Betty, Mariluz y muchos más insisten permanentemente en que Dios es todopoderoso. Confesamos que no es un atributo que nos guste de Dios, aunque esté bien fundamentado en nuestra tradición. Hemos participado más de tradiciones débiles donde Dios acompaña a los que sufren. Sin embargo quedan muchas preguntas por responder: ¿Dios no puede frente al mal? No es suficiente un Dios que sufre con las personas, sino un Dios que pueda superar el sufrimiento. Un Dios poderoso. Los indígenas arriba citados nos dicen: ‘un Dios débil no sirve’. Se necesita un Dios para vencer el mal. Y un Dios débil no sirve.

Volver a pensar la omnipotencia de Dios. Un atributo cuestionado por muchas e importantes razones, pero que los pueblos indígenas, con toda la razón, insisten en él.





P. Miguel Angel Cadenas 
P. Manolo Berjón
Parroquia Santa Rita de Castilla                           
Río Marañón                                                          

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