Estamos llegando a casa y
recibimos una visita. A primera vista notamos que algo no está bien, no se ha
sonreído al vernos. Preguntamos: ¿cómo estás? ‘No tan bien’. ¿Qué sucede? ‘A mi
señora le duele la cabeza y tenemos que ir a Iquitos para una revisión de su
operación’. Llegamos a la sala de nuestra casa y nos sentamos. Comenzamos a
conversar y nos desgrana el problema de su mujer. Ya han visitado el Centro de
Salud y los doctores le dicen que ‘tiene que verle el doctor que le operó’ a su
mujer. Llamamos a Iquitos y nos dicen que el doctor está de vacaciones. No
hemos hecho nada, hay que esperar.
Poco a poco nos enteramos que su
nietito de 9 meses ha muerto. Le damos el pésame y le decimos: ‘lo que tiene tu
señora es pena, por eso le duele la cabeza. Hay que hacer una revisión cuando
llegue el doctor, pero tiene pena’. ‘Sí, padre, tiene pena. Hoy está mejor
porque el otro día el doctor le recetó unas pastillas y en la mañana le dolía
menos su operado’.
El bebe tenía 9 meses y vivía con
su madre en Shapajilla en casa de los abuelos. La abuela, a la que ‘le duele su
operado’, lo tenía en brazos cuando su mamá estaba trabajando, ‘por eso le ha
chocado tanto’. El papá del niño trabaja en Lima, ‘en esas fábricas que hay en
Lurín; es buen sitio porque su casa está cerca y es un lugar muy tranquilo, no
como Lima’. La mamá con el bebe ha ido a Lima con su esposo. ‘A dos horas de
llegar a Lima se ha muerto el bebe’. ‘Ya en Shapajilla tenía problemas de
resfrío’, nos ha dicho el abuelo ante nuestra pregunta. ‘Tal vez le ha chocado
el aire’.
Al niño lo han llevado a la
morgue y no le dejaban salir sin pagar. ‘No tenemos dinero’. ‘Solo nos quedaba
derramar lágrimas’. ‘¿Qué iban a hacer con el niño?’ ‘Yo he rezado a Diosito
para que se solucione, pero tenían el corazón duro y no querían darnos al
bebito para enterrar’. La abuela ha derramado muchas lágrimas. ‘No se podía
hacer nada’. ‘No sabía a quién llamar para que nos ayude’. ‘Ya queríamos dejar
al niño porque no nos lo querían dar’. ‘Teníamos mucha pena’. ‘Es como un
ahogado al que no hemos encontrado el cadáver’. ‘Después de 8 días nos han dado
al bebito, sin pagar nada, para enterrarle’. ‘Ayer (06.03.13) le hemos
enterrado’. ‘Yo le he rezado en Shapjilla, con todo y pena, pero he tenido que
rezarle’. Hasta acá un resumen de la conversación que acabamos de mantener con
Hermógenes, el abuelo del niño.
Ya hemos indicado en otras
oportunidades que se está produciendo una fuerte migración de indígenas kukama
a Lima al compás del crecimiento económico peruano que se concentra en la
costa. Este movimiento plantea preguntas sobre el territorio, sobre las
relaciones personales, la familia, el ingreso de plata en hogares donde antes
era más difícil, la incapacidad del Estado para, más allá de definir al Perú
como multicultural y plurilingüe, dar soluciones prácticas a situaciones
concretas que se generan más allá de ‘los territorios tradicionalmente
indígenas’.
‘Pena’ es una palabra que se ha
repetido insistentemente en la conversación. Pero, qué quiere significar. El
Diccionario de la lengua española de la Real Academia, en la vigésima
segunda edición, define pena como ‘cuidado, aflicción o sentimiento interior
grande’ en su segunda acepción. En la tercera acepción lo define como ‘dolor,
tormento o sentimiento corporal’. Y la cuarta: ‘dificultad, trabajo’. Para los
kukama la pena tiene relación con una cría de animal que se trae del monte para
utilizarlo de mascota, muchos de ellos no se acostumbran y prefieren morir ‘de
pena’. Cuando un kukama dice que siente pena está indicando que su corazón
siente la pena propia de una cría de animal al que le han sacado del monte para
llevarlo a una casa que no conoce y donde tiene que aprender nuevos
comportamientos, con la particularidad que muchos de estas crías de animales
prefieren morir ‘de pena’ antes que acostumbrarse. La pena para los kukama se
instala en el corazón.
Hermógenes no podía comprender
que haya que pagar por un difunto que está en la morgue. En la comunidad,
cuando uno muere, rápidamente se expande la noticia y todos acuden al velorio
para acompañar a la familia. Pasando 24 horas se entierra el cadáver tras los
ritos propios del caso. Le retienen al niño, hay que pagar, y no permiten que
se le de sepultura, ‘como un ahogado al que no se le encuentra el cadáver’. El
territorio del pueblo kukama está vinculado al río, habitan en espacios
inundables. Cuando una persona ‘se ahoga’ (no que vive dentro del agua) la
mayor desgracia es no encontrar su cadáver, no poder despedirse de él. Así
vivió Hermógenes y su familia que ‘mezquinaran el cadáver del bebito’, como un
ahogado al que después de 8 días, por fin, han encontrado su cadáver. Un dolor
tan innecesario sólo es posible en funcionarios que no comprenden vivir en un
país multicultural (sin entrar en lo ‘multinatural’, como perciben los
indígenas amazónicos). La burocracia homogeneizante daña terriblemente el
tejido social, he ahí un caso entre otros muchos posibles.
© Parroquia Santa Rita de Castilla – Río Marañón
Velorio.
‘Quiero hacer una pregunta: ¿no
tienen derecho los niños?’. Claro, y recordamos los derechos del niño y del
adolescente que las Municipalidades y los colegios están enseñando. Y añade:
‘¿y los niños muertos?’. Nos quedamos pensando, hacemos silencio durante un
momento, y respondemos: claro, derecho a un entierro digno, como gente. ‘Sí,
padre, eso digo yo’. La conversación va enrumbándose hacia su final. Se inicia
el proceso de despedida y al poco tiempo dice: ‘ya me han limpiado un poco la cabeza, ya me voy’. Se levanta, nos
despedimos y se va. Adiós, que para un cristiano como nosotros, significa: ‘con
Dios’, ‘vaya con Dios’.
Hay quien opina que para ser
razonables hay entrar en diálogo. No cabe duda que la ‘comunidad de
comunicación’ es importante, pero no todos tenemos la misma capacidad, ni
estamos en las mismas condiciones. La queja, el lamento, el grito es previo a
la argumentación y puede ser la primera expresión del lenguaje. Queja, lamento
y grito que los pueblos indígenas utilizan en una conversación no tan ideal en
un mundo que no siempre entienden ni les comprende. Queja, lamento y grito,
expresiones que aparecen continuamente en los salmos de la Biblia como un lenguaje
estrictamente religioso.
P. Miguel Angel Cadenas P.
Manolo Berjón
Parroquia Santa Rita de Castilla Parroquia Santa
Rita de Castilla
Río Marañón Río
Marañón
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