TAKAWA
un concepto kukama para una “intervención humanitaria”
un concepto kukama para una “intervención humanitaria”
Dedicado a José Alvez Ricopa, de quien tanto aprendemos.
Escribimos desde el río Marañón, desde los distritos de Parinari y Urarinas para ser 
precisos, provincia de Loreto (Perú). En estos momentos está todo inundado, llevamos 
más de un mes así, las comunidades más bajas, desde febrero. Algunas familias ya han 
tenido que subir su emponado. Es una operación riesgosa. Levantar el emponado para 
alzarlo es debilitar la  estructura de la  casa. La corriente y un viento fuerte la pueden
voltear.  El pueblo tupí–kukama es experto en convivir con las crecientes y saben 
perfectamente tomar las precauciones del caso, pero ahí están los riesgos. Los niños 
juegan en el agua y la vida se desarrolla con normalidad.  En tiempos de crisis no 
conviene hacer dramas. Hay mayor precaución con los bebés y la parte más dura llegará 
con la vaciante: junio-setiembre. Valorar lo que sucede en el río con criterios citadinos 
desembocará en intervenciones inadecuadas. La crisis urbana generada en Iquitos tiene 
causas estructurales y exige otros parámetros.
Parroquia Santa Rita de Castilla 
Río Marañón, 2012
Lo primero que  nos  viene a la mente son los mitos del diluvio, de gran calado en la 
Amazonía. No transcribiremos aquí ninguno de ellos por falta de espacio. Tan solo 
recordar que para el pueblo kukama la inundación supone acabar con la tierra vieja para 
que brote una tierra nueva. El “diluvio”–creciente se produce por el mal que existe en el 
mundo. El comportamiento  inmoral contribuye a esta desaparición–alagación del 
mundo. Con el diluvio se disipan todos los pecados y surge un mundo nuevo: tierra muy 
productiva por el  barro depositado y ausencia de plagas. El diluvio en kukama se 
traduce literalmente por “nuestra tierra desaparece”. No conviene olvidar la segunda 
parte: surge una nueva tierra, una nueva creación.
Si en el primer punto acudíamos al mito, en el segundo lo haremos a la historia. En el s. 
XVIII el P. Manuel Uriarte escribe: “… y una gran creciente del Marañón, que anegó 
las [chacras] de los Omaguas, hubo este  año carestía, hasta no tener qué comer sino 
platanitos tiernos como un dedo, y buscar los indios cogollos de palmas para hacer sus 
bebidas. Ni tenían ánimo de pescar y cazar, faltando su pan. Mas ingeniándose y 
comprando de los Yameos de San Regis y Napeanos, lo pasaron hasta que hubo chagras 
maduras en tierras altas, que hacían los Amaonos y Masamaes”. 
Parroquia Santa Rita de Castilla 
Río Marañón, 2012
No es la única creciente de la que habla el P.  Uriarte, describe varias, pero con una 
tenemos suficiente.  Esta en concreto se produjo el año 1761.  Del texto transcrito 
podemos deducir varias cosas: que las crecientes no son de hoy, aunque el cambio 
climático introduzca variantes que no serán objeto de este escrito; que la época de 
hambruna fue posterior a la creciente, es decir, en tiempo de vaciante; que los Omaguas
[pueblo tupí] se valían de sus vecinos para sobrevivir hasta que tuvieron chacras nuevas. 
Un poco más adelante el P. Uriarte nos informa que este mismo año y para hacer frente 
a la hambruna con los niños de Omaguas “hice una chagra en purma, que es monte bajo, 
donde se sembró arroz, frijoles y plátanos, con algún maíz y yuca para tener a mano 
algún socorro, caso que se perdiesen las de las orillas o islas del río”. Se ve la 
predilección por sembrar en las riberas o en las islas, terreno mucho más productivo.
Al día de hoy las estrategias son las mismas. Algunas familias migran a las quebradas o 
lugares más altos donde permanecen junto con alguno de sus familiares. Esta migración 
puede tener una doble vertiente: una visita temporal, mientras dura la creciente y el 
hambre, o instalar junto a ellos su nueva residencia.  En lenguaje humanitario:
“desplazados por causas naturales”. Otra de las tácticas no descrita en este párrafo por el 
P. Uriarte, pero compartida en su época es en torno a los cánones de belleza. La cultura 
occidental estima un cuerpo delgado como signo de perfección, la medicina occidental 
ha contribuido mucho a este canon. Pero en épocas de hambre las personas más 
delgadas poseen menos recursos energéticos, grasas, para hacer frente a las 
circunstancias adversas. Todavía al día de hoy para los kukama una persona gorda es 
una persona saludable. Sin duda, con el trasfondo de las inundaciones podemos 
comprenderlo mejor. Por cierto, en los últimos años, en todos los distritos e incluso en 
pueblos alejados se eligen “reinas de belleza”, casi siempre bajo los cánones 
occidentales de delgadez. 
Parroquia Santa Rita de Castilla 
Río Marañón, 2012
En un tercer punto invocamos el concepto kukama de takawa: daño producido por una
comida especialmente apetecible o deseada. Bien sea por exceso, empacho, o por 
defecto de la misma, no quedar satisfecho. Provoca una diarrea puntual, tan solo demora 
el tiempo de la “indigestión” (también en la producida por no quedar saciado). Una vez 
ocasionada la  takawa, ya no deseas comer ese alimento por bastante tiempo,  causa
rechazo. Posiblemente durante la vaciante encontraremos muchos casos de takawa por 
no poder saciarse.  Acudimos al concepto kukama de  takawa para llamar la atención 
sobre la “ayuda humanitaria”. Por supuesto que las poblaciones del Marañón la 
necesitan, ya nos lo recordaba el P. Uriarte. Pero no una “ayuda humanitaria ciega”. 
El apoyo a los damnificados [del Marañón] se debe dar en el momento preciso: en 
vaciante. Durante la creciente todavía queda plátano y yuca y se cazan bastantes 
animales de monte porque están circunscritos en pequeños espacios de tierra que no ha
sido inundada. La caza es fácil en estos momentos. Y la pesca será abundante y de peces 
gordos porque ahora están comiendo los frutos de los árboles en las tahuampas [interior 
del bosque inundado]. En vaciante habrá pescado, pero no habrá yuca ni plátano. Y sin 
estos productos los kukama dicen que no se puede comer, aunque haya abundancia de 
pescado. 
El P. Uriarte nos señalaba algunos productos que serán necesarios si verdaderamente 
deseamos apoyar al pueblo kukama: arroz, frejol, plátano, maíz y yuca. Podemos añadir 
maní y, en una mezcla adecuada, con maíz obtendremos el suculento upe. Se podrá 
objetar que son fundamentalmente hidratos de carbono. Cierto, pero eso es lo que se 
necesita. Como no son los tiempos del P. Uriarte y la pesca, aunque se espera que sea 
abundante en vaciante, no será como debiera, por motivos que ahora no vienen al caso,
pero que los impunes derrames petroleros ayudan a que no olvidemos, bien vendría en 
las últimas intervenciones de los meses de agosto y setiembre algunas proteínas 
animales, a poder ser pescado de la Amazonía.
Utilizar la “ayuda humanitaria” para introducir nuevos alimentos, con el argumento de 
que son los que se pueden conseguir en el mercado y, por su envasado, fáciles de 
repartir, será nefasto. Los nuevos sabores necesitan tiempo para ser admitidos, por 
mientras podemos ver que las gallinas, perros, chanchos… comen las papillas e incluso 
leche donadas por el Ministerio de Salud versión PIN (Programa de Intervención Nutricional) o PRONAA (Programa Nacional de Alimentos). Los nuevos sabores 
pueden producir rechazo y generar takawa, además de producir diarreas, por el cambio 
alimentario.  Un segundo efecto colateral será la basura generada por los  envases. 
Llenaremos las comunidades de recipientes difíciles de reciclar. El 2010, con la pésima 
intervención de la Pluspetrol por un derrame petrolero, se provocaron muchos takawa y 
se generó una ingente cantidad de basura por los envases, muchos de ellos terminaron 
en el río. Mientras los que proporcionan la  “ayuda humanitaria” se proclaman 
ecológicos, con su intervención pueden  inducir un desastre. Los apoyos a los 
damnificados no son para experimentar sabores, sino de ayuda a las personas concretas. 
Tener en cuenta la categoría takawa, propuesta por los kukama, es la posibilidad de una 
“intervención humanitaria despierta”. 
Parroquia Santa Rita de Castilla 
Río Marañón, 2012
Tradicionalmente eran comunes los enterramientos de yuca en creciente para 
posteriormente hacer fariña, que de tantos apuros ha sacado a los pueblos tupí. Este año 
hay menos enterramientos de yuca. Muchas familias no se esperaban una creciente tan 
grande y les ha pillado desprevenidos.  La “incorporación al mercado” ha ido 
provocando la necesidad de dinero contante y sonante para adquirir algunos objetos 
necesarios (los comienzos del año escolar dan buena cuenta de ello), lo que  obliga a 
sembrar productos para la venta. En resumen, que apenas se producen ahora 
enterramientos de yuca, difícilmente se podrá hacer fariña. Adquirir fariña  de yuca 
amarga para  pueblos indígenas que utilizan la yuca dulce  aumentará las diarreas por 
cambio alimentario, puesto que son dos tipos de yuca diferentes con tratamientos 
diversos. Ahí están las intervenciones de las inundaciones del 93-94 para recordarlo: la 
fariña de yuca amarga cambia de sabor. 
Un último punto antes de concluir. Ayudar implica “tener en cuenta”. Las personas que 
reciben ayuda, por encima de todo, son personas y como tales deben ser tratadas. 
Aprender de los pueblos indígenas  supone contar con ellos, al menos como 
agradecimiento a su resistencia y sabiduría. Entregarles la ayuda a las organizaciones 
indígenas para que gestionen “la crisis” será el mejor antídoto y aumentará los niveles 
de autoestima, evitando en lo posible “el don que hiere”. Les agradecemos su sabiduría, 
valoramos su organización, y les entregamos para que ellos distribuyan,  cuidando la 
reciprocidad. En estos momentos los Municipios del bajo Marañón están inmersos en 
fuertes crisis, con pugnas de poder por parte de diversos grupos, defendiendo, en 
muchas ocasiones, intereses ajenos. La mejor forma de canalizar la “ayuda humanitaria 
despierta” será a través de las organizaciones indígenas.  Otro tipo de apoyos serán 
espúreos. 
Parroquia Santa Rita de Castilla 
Río Marañón, 2012
Se necesitarán simientes, muchas familias se verán abocadas a comer las semillas  de
siembra, lo cual generará problemas agravados. Además de la ayuda alimentaria 
familiar, no estaría mal un vaso de upe para desayuno escolar y almuerzos  para los 
colegiales durante la vaciante. La emergencia ocasionará enfermedades que habrá que 
atender. 
Santa Rita de Castilla, 20 de abril de 2012 
P. Miguel Angel Cadenas 
P. Manolo Berjón 
Parroquia Santa Rita de Castilla 
Río Marañón
 

 
 

 
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